No he de callar, por más que con el dedo, ya tocando la boca, o ya la frente, silencio avises, o amenaces miedo

lunes, 23 de mayo de 2011

APUNTES SOBRE LA DEMAGOGIA

Trujillo. Día de Extremadura. Desde el vértice del atrio de la iglesia de San Martín de Tours, Ibarra arengaba a los miles de extremeños allí reunidos. Con la teatralidad que le caracterizaba, su discurso fue creciendo de tono hasta proclamar: “…los catalanes tienen dos lenguas pero no tienen dos bocas”. Rugió el pueblo que se agolpaba, deseoso de conocerse y reconocerse. Tras Ibarra, ocupando el atrio, se encontraba su cohorte, tras ellos las autoridades y muy al fondo estaba yo, por mor de un carguillo institucional y otro orgánico. En oyendo aquello, no pude por menos de exclamar: “genial, es un maestro de la demagogia”. Unos, con el índice, me señalaron silencio, otros, los más, me dirigieron miradas reprobatorias. Y es que ninguno de ellos entendía el valor de la arenga, de esa demagogia enérgica que infunde ánimo y coraje.

La izquierda, en general, ha sido siempre muy pudorosa respecto de la demagogia. Se la rechaza en el plano formal, no obstante, en los mítines se usa y se abusa de ella sin pudor. El caso es que el PSOE nunca ha sabido desarticular las demagogias que le han zaherido. Tampoco ha sido capaz de calcular los efectos perniciosos de esa demagogia letal que crece en terrenos abonados por la desesperanza o la decepción, cuando es la demagogia misma la que alimenta ese estado.

Desenmascarar a la demagogia, cuando esta ha prendido su fuego y se ha convertido en lenguaje coloquial, es una tarea harto difícil, tan difícil como matar a un monstruo adulto al que no se estranguló en su nacimiento. A la demagogia que se está asentando (Zapatero tiene la culpa, por ejemplo) no se la puede desenmascarar con razonamientos de salón hasta dejar a la luz sus miserias originales. Hace falta desplegar la artillería pesada, meterle el dedo por sus costuras hasta descoserla, elevar el tono, señalar e, incluso, combatirla con sus mismas armas. Es inimaginable ver a los principales del PSOE diciendo: “mentira, el PP no tiene ninguna solución, ni la enseñan, porque no la tienen, ni la aplican allí donde gobiernan, porque no la tienen” o “Mariano carece de firmeza para enderezar la crisis, porque se le sube La Espe a las barbas, se le pone Álvarez de cascos o se le autoproclama Camps como candidato y se calla como un mandilón”. Frente a ello se ha apelado…. ¡al patriotismo!, o se les ha pedido que…. ¡arrimen el hombro! ¿Pero con quién coño creían que estaban tratando?

Qué disparate, pero a quién se le ocurrió nombrar ministro de Fomento a Pepiño, a quién se le ocurrió pensar que la Pajín sería una buena portavoz federal, o que Jáuregui o el bueno de Marcelino Iglesias eran una solución contra el ruido. Si hasta han descafeinado el coraje inicial de Elena Valenciano. ¿Dónde están los herederos de Alfonso Guerra, dónde el sarcasmo hiriente, dónde la descalificación envuelta en papel retórico?

A la defensiva, acorralados, con un discurso titubeante y empobrecido, con un discurso avejentado por un aliento nuevo que crece en plazas y ciudades. Que nadie se sorprenda, las consecuencias han venido por añadidura.



1 comentario:

  1. Venía buscando un artículo tuyo de hace un tiempo, para darte una razón que a todas luces tienes, y me encuentro con esto, que también está cargado de razones.

    De mi día y pico de reflexión postelectoral, voy llegando a algunas conclusiones pero tenía la sensción de tener una idea, ahí retozando entre las las telarañas de las neuronas dormidas, que no se decidía a salir, y he aquí que me vienes a traer la respuesta: el discurso.

    Gracias.

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