Vacaciones 2009. Isla de Arousa. De sur a norte. Un parque natural descuidado. Una casita minúscula de madera que olía a barniz y a humedad. Una quinta bordeada por una pared alta y encalada; tras ella, cipreses en formación marcial; a su puerta, una pareja de la benemérita, aburrida, custodiaba las vacaciones de Pepe Blanco "Pepiño". Un pueblo laberíntico con olor y sabor a sardinas asadas. Un ayuntamiento remozado y socialista. Al final, una suave colina plagada de mansiones ostentosas, fruto del polvo blanco que se esnifa, que no de las bateas de mejillones. Un rosario de paradojas.
A levante, Villanova de Arousa, separada por la ría y unida por un larguísimo puente cual cordón umbilical. Mi señora insistía que visitásemos la casa-museo donde nació Valle-Inclán, sabedora de la importancia que para mí tenía este escritor. Yo era renuente a la visita porque suelen decepcionarme por lo amañado de su escenificación y por la importancia casual, que no literaria, del lugar. La insistencia me llevó a la decepción presumida, no obstante, en viendo mi interés otro, el personal de la casa-museo me remitió a la cercana sede de la "Asociación Amigos de Valle-Inclán". Mal comienzo: una joven entusiasta se empeñó en venderme una camiseta con motivo. Tras escucharme, un tanto sorprendida, me llevó ante unos estante, mostrándome, con indisimulado orgullo, la colección completa de la revista "Cuadrante", una colección interesantísima de ensayos sobre la vida y la obra de Valle-Inclán. Como el precio era excesivo, una luz proveniente de un rincón de mi biblioteca vino a iluminarme. -Le cambio la colección completa de la revista cuadrante por "Rosarito", un relato menor y primerizo, separado de "Femeninas", publicada como novela en 1927-, le dije. La joven se turbó emocionada y entusiasmada me prometió elevar a la directiva del Patronato mi insólita propuesta. Comenzó una fluida correspondencia que fue trayendo concreciones y un aprecio respetuoso y creciente. El intercambio se llevó a efecto. Fruto de aquella comunión que se ahondaba carta a carta, les manifesté mi interés por publicar en su revista alguno de los ensayos sobre Valle-Inclán que desde hace tiempo deambulan por mis pensamientos sin encontrar lugar ni momento. ¿Escribir sobre Valle? Entre líneas, entre su aparente sorpresa y curiosidad, percibí una cierta conmiseración desdeñosa. Entre otros, querría publicar un ensayo sobre Valle-Inclán y el mar. ¿Por qué razón (literaria) Valle, que nació junto al mar, que cruzó dos veces el Atlántico, que veraneaba en Cambados, no tiene personajes marineros y paisajes marítimos? ¿Por qué su mirada (literaria) se vuelve hacia la Galicia profunda de las Comedias Bárbaras para acabar en el lejanísimo esperpento? El ensayo lo intitularía "De espaldas al mar". Les pisé un cayo: ¿cómo era posible que un cacereño atrevido osase a tal empeño? Les provoque una profunda irritación: ¡cómo era posible que un cacereño estepario se hubiese percatado de una evidencia que ellos no habían sabido reconocer en "su" Valle-Inclán! Eso, sí, entre líneas, bajo un follaje cada vez más retórico. Lo que no ocultaban, lo que pedían, era que le adelantase algunas respuestas. Se quedaron con las ganas, porque ahí murió nuestra relación, con un enfado contenido, sin pena ni gloria.
Ya abordaré este ensayo pendiente, entre otros, aquí mismo, en otro momento. Que este es un cuaderno de Textos Políticos y.....Literarios.